Terapia con exosomas para el autismo en Estambul (Turquía): Una nueva vía en neurociencia regenerativa

Terapia con exosomas para el autismo en Estambul (Turquía): Una nueva vía en neurociencia regenerativa
Exosome Therapy for Autism in Istanbul in Turkey near me

Por el Dr. Erdinç Civelek

Una nueva conversación sobre la terapia con exosomas para el autismo y los mensajeros más pequeños que conocemos

Como médico, me he sentado frente a muchos padres que acaban de oír la palabra «autismo» por primera vez. Rara vez olvidan ese momento. Hay confusión, miedo, a menudo culpa, y siempre amor: un deseo abrumador de hacer algo, cualquier cosa, que pueda ayudar a su hijo a conectar un poco más con el mundo.

Hemos avanzado mucho en la forma de entender el trastorno del espectro autista (TEA). No es una enfermedad. Y no es un defecto de carácter. Pero cuando un niño grita toda la noche, evita todo contacto visual o se pasa horas meciéndose de un lado a otro, esas cosas no son sólo «rarezas». Pueden ser dolorosas, para el niño y para la familia. He visto a madres llorar porque su hijo no habla desde hace años. Padres que preguntan en voz baja si han hecho algo mal. No lo hicieron. Pero necesitan opciones. Opciones reales.

A veces me preguntan: «¿Cree que esto puede curar el autismo?». Y siempre hago una pausa. Porque esa no es la pregunta correcta. El autismo no es algo roto. Pero hay niños que apenas hablan, que no pueden dormir, que se golpean la cabeza contra la pared por frustración. Padres que hace años que no oyen a su hijo llamarles «mamá» o «baba». Estos son los casos en los que miro más a fondo, médicamente. No para curar al niño, sino para aliviar lo que le duele, para ayudarle a encontrar su propia versión de la calma, de la claridad.

En algunos de estos niños, observamos signos de neuroinflamación crónica en el cerebro. No siempre, pero sí con la suficiente frecuencia como para que sea importante. Y cuando calmamos esa inflamación, ya sea mediante la dieta, el oxígeno, las células madre o, ahora, los exosomas, las cosas empiezan a cambiar. A veces lentamente. A veces sorprendentemente rápido.

Los exosomas no son mágicos. Pero son reales, biológicos y -he aquí la clave- no necesitan ser células para marcar la diferencia. Son compuestos de carga y transportan señales. Pequeños mensajes entre los tejidos. Y en algunos niños, esas señales parecen ayudar al cerebro a asentarse. Eso es lo que estamos empezando a entender. No teoría -observaciones. Experiencia.

En la siguiente sección explicaré qué son realmente los exosomas, sin rodeos. Sólo lo suficiente para ver por qué son importantes.

Exosomas: Qué son y por qué son importantes en el cerebro

Si aún no ha oído hablar de los exosomas, no es el único. Incluso muchos médicos están empezando a prestarles atención. Durante mucho tiempo se pensó que no servían para nada, que eran pequeñas burbujas que las células liberaban para deshacerse de los residuos. Ahora sabemos que esa suposición era errónea. Muy equivocada.

Los exosomas son vesículas diminutas, mucho más pequeñas que una célula, más parecidas a un susurro en comparación. Pero dentro de ese susurro hay un mensaje. Están llenos de moléculas: proteínas, algunos factores de crecimiento importantes, microARN, ARN mensajeros (m), lípidos, a veces incluso fragmentos de ARNm. Todo ello empaquetado en una envoltura de tamaño nanométrico, sellada por una membrana y enviada de una célula a otra.

El organismo utiliza estas vesículas constantemente. Una célula «habla» con otra enviándole exosomas. No es aleatorio. Es deliberado. Piense en ellos como si fueran notas cuidadosamente escritas que se pasan entre compañeros de clase en una escuela muy compleja, sólo que las notas están hechas de señales bioactivas y la escuela es su sistema nervioso, su sistema inmunitario, su intestino y todos los órganos intermedios.

La mayoría de los exosomas con los que trabajamos en terapia hoy en día proceden de células madre mesenquimales (CMM). No porque sean mágicas, sino porque son inteligentes. Estas células son conocidas por sus propiedades antiinflamatorias y regenerativas. Sus exosomas presentan características similares, pero sin las complejidades y los posibles riesgos de utilizar células vivas.

He aquí lo que hace que los exosomas sean realmente fascinantes en el contexto del autismo:
Son lo suficientemente pequeños como para atravesar la barrera hematoencefálica. Esto supone un gran obstáculo para la mayoría de las terapias dirigidas al cerebro. ¿Pero los exosomas? Se cuelan. Silenciosamente. Con eficacia.

Y lo que es aún más interesante, pueden administrarse de una forma que tenga sentido para el niño: por vía intravenosa, intranasal e intratecal. Y no permanecen extraños al organismo. Porque no son sintéticos. Son naturales. Biológicamente familiares.

Así que no, no son ciencia ficción. No son fantasía. Forman parte de un lenguaje que el cuerpo ya entiende. Sólo estamos aprendiendo a escuchar y a responder.

Por qué los exosomas son relevantes para el autismo

Cada niño con autismo es diferente. No es un eslogan, es una realidad clínica. Algunos niños hablan pronto, pero tienen dificultades con las señales sociales. Otros no hablan en absoluto. Algunos agitan las manos, alinean juguetes o dan vueltas durante horas. Otros tienen crisis explosivas desencadenadas por la luz, el sonido o incluso una textura en la piel.

Durante mucho tiempo hemos considerado el autismo como un trastorno puramente neurológico, algo que ocurre en el cableado del cerebro. Y eso sigue siendo cierto. Pero no es toda la historia.

En la última década, un número creciente de estudios han apuntado hacia un componente biológico bajo la superficie:

  • Neuroinflamación crónica
  • Señalización inmunitaria alterada
  • Actividad desequilibrada de la microglía (las células inmunitarias del cerebro)
  • Alteración de la comunicación intestino-cerebro

En términos más sencillos: para algunos niños con espectro, sus cerebros no sólo están conectados de forma diferente, sino que también pueden estar inflamados, saturados o presentar fallos en la forma en que las células se comunican entre sí.

Aquí es donde los exosomas adquieren una relevancia increíble.

No se limitan a «hacer algo». Modulan. Transportan moléculas que pueden frenar las respuestas inmunitarias hiperactivas, calmar la inflamación y favorecer un entorno interno más estable, especialmente dentro del cerebro. No es supresión. Es regulación.

Permítanme darles una imagen clínica. Imagine a un niño cuyo sistema nervioso está constantemente en estado de lucha o huida. El ruido es más fuerte. La luz es más intensa. El mundo se siente inseguro. Ahora imagina pequeños mensajeros entrando en el cerebro y empujando suavemente esas células inmunes hiperactivas a retirarse. Menos cortisol. Menos ruido de citoquinas. Más espacio para la concentración, para la conexión, tal vez incluso para el habla.

Por supuesto, esto no ocurre en todos los niños. Y no ocurre de la noche a la mañana. Pero en los casos adecuados, con las indicaciones médicas correctas, he visto cambios difíciles de ignorar.

En realidad, no necesitamos los exosomas para «arreglar el autismo». Pero si pueden ayudar a reducir la tormenta interna -el caos neuroinflamatorio con el que viven algunos niños- eso ya es un regalo. Una intervención real y biológica con efectos observables.

Y por eso los observamos tan de cerca.

Fundación Científica: Lo que muestran los estudios actuales sobre la terapia con exosomas para el autismo

Cuando los padres oyen hablar de «exosomas», suelen hacerse primero la pregunta más importante: «¿Esto está realmente estudiado? ¿O sólo experimental?». Y tienen razón al preguntar. Nuestro trabajo como médicos no consiste en exagerar, sino en ofrecer la verdad, incluso cuando los datos aún son recientes.

Así que esta es la verdad:

Sí, se han estudiado los exosomas en el contexto del autismo. Y los resultados son cautelosamente optimistas.

Los exosomas -especialmente los derivados de células madre- se han estudiado tanto en modelos animales como en los primeros ensayos en humanos relacionados con el autismo. Los resultados generales son prudentemente positivos. Los investigadores han observado mejoras en el comportamiento social, la comunicación, la regulación emocional y el sueño. También hay pruebas biológicas de que los exosomas ayudan a reducir la inflamación cerebral, equilibrar el sistema inmunitario y favorecer mejores conexiones neuronales.

Y lo que es más importante, la terapia ha sido bien tolerada en general, incluso en personas muy sensibles. Aunque aún quedan por delante ensayos clínicos a gran escala, los resultados científicos obtenidos hasta ahora coinciden con lo que cabría esperar en función del funcionamiento de los exosomas en el organismo.

Así que sí, la terapia con exosomas para el autismo sigue evolucionando. Pero ya no se trata de especulaciones descabelladas. Es ciencia temprana, basada en datos reales, impulsada por una necesidad clínica genuina.

Mecanismos de acción: Cómo pueden contribuir los exosomas al desarrollo neurológico

Entender cómo pueden ayudar los exosomas en el autismo no consiste en creer en milagros. Se trata de seguir la biología -paso a paso- hasta que la imagen cobre sentido.

Así que echemos un tranquilo vistazo bajo el microscopio.

Terapia con exosomas para el autismo en Estambul Turquía reducción de la neuroinflamación

1. Reducción de la neuroinflamación

Muchos niños con autismo muestran signos -ya sea en marcadores de laboratorio, comportamiento o imágenes de resonancia magnética- de inflamación crónica de bajo grado en el cerebro. Esto no siempre es visible, pero puede alterar el delicado equilibrio de la señalización neuronal, especialmente en las primeras etapas del desarrollo.

Los exosomas de las células madre mesenquimales transportan moléculas antiinflamatorias como:

  • TGF-β1 (factor de crecimiento transformador)
  • IL-10 (interleucina-10)
  • pequeños fragmentos de ARN que regulan a la baja las vías proinflamatorias

Cuando estas vesículas llegan al cerebro, interactúan con la microglía, los guardianes inmunitarios del SNC. En lugar de dispararlas, los exosomas tienden a empujarlas hacia un estado más regulador y calmado. Menos fuego. Menos ruido. Más espacio para el desarrollo.

2. Apoyo a la plasticidad sináptica

El cerebro no es estático. Especialmente en los niños, está constantemente recableándose, podándose y adaptándose. Los exosomas pueden apoyar este proceso por:

  • Transportan factores neurotróficos (como el BDNF, factor neurotrófico derivado del cerebro).
  • Distribución de microARN que regulan la expresión génica en las neuronas
  • Ayudar a las neuronas a construir y reconstruir sinapsis, las conexiones donde se producen el aprendizaje y la comunicación.

En los niños con TEA, a menudo observamos una densidad sináptica excesiva o una poda mal regulada. Los exosomas podrían ayudar a restablecer un equilibrio más natural, permitiendo al cerebro afinar su propia estructura.

3. Equilibrar el diálogo entre el sistema inmunitario y el cerebro

El autismo no está sólo «en la cabeza». Cada vez hay más pruebas que apuntan a una conversación bidireccional entre el sistema inmunitario y el sistema nervioso, y en algunos niños, esa conversación parece confundirse o recalentarse.

Los exosomas pueden entrar en los tejidos linfoides, interactuar con las células T y modular la liberación de citoquinas en el eje intestino-cerebro. Algunos investigadores creen que esa es una de las razones por las que a veces observamos mejoras no solo en el comportamiento, sino también en la digestión, el sueño y la estabilidad general del estado de ánimo tras el tratamiento.

Terapia con exosomas para el autismo en Estambul (Turquía)

4. Cruzar la barrera hematoencefálica de forma natural

A diferencia de muchas terapias, los exosomas no necesitan ayuda para llegar al cerebro. Su pequeño tamaño (30-150 nm) y su estructura de bicapa lipídica les permiten atravesar la barrera hematoencefálica casi sin esfuerzo, especialmente cuando se administran por vía intranasal, donde pueden llegar al bulbo olfatorio y a regiones cerebrales más profundas directamente a través del sistema linfático cerebral.

No es un efecto secundario. Forma parte de su diseño. La naturaleza las creó para la comunicación, incluso a través de las membranas más selectivas del cuerpo.

Cuando se combina todo esto, no se obtiene una cura milagrosa. Obtienes una herramienta biológica que ayuda al cerebro a recordar cómo autorregularse. Una herramienta que escucha antes de hablar. Que no sobrescriba el sistema, sino que lo invite a reequilibrarse.

Y para algunos niños, esa invitación parece ser exactamente lo que su cerebro ha estado esperando.

Aplicaciones clínicas: Dosificación, administración y protocolos en la terapia con exosomas para el autismo

Pasemos de la teoría a la realidad. ¿Cómo es la terapia con exosomas en la práctica, cuando un niño entra en una clínica real?

En primer lugar: no se trata de un protocolo único. Cada niño es diferente. Cada cerebro es diferente. Y precisamente por eso debe hacerse primero una evaluación médica adecuada. Sin excepciones. Empezamos con un historial detallado, una evaluación del comportamiento, análisis de sangre y, si están disponibles, neuroimágenes y marcadores inmunológicos. No tratamos el autismo. Tratamos al niño que hay detrás del diagnóstico.

Dosificación: Menos puede ser más

A diferencia de los fármacos tradicionales, los exosomas no funcionan a base de miligramos por kilogramo. Su poder reside en la información que transportan, no en el volumen. Solemos trabajar con concentraciones de 50.000 a 100.000 millones de partículas por dosis.

Muchos niños muestran respuestas mensurables tras sólo una o dos sesiones, pero en la mayoría de los casos -especialmente con retraso significativo del lenguaje o comportamiento agresivo- recomendamos un protocolo de tres ciclos, con un descanso de una semana entre ellos.

Métodos de enseñanza: El cerebro donde vive

Existen varias formas de administrar exosomas. Cada una tiene su propia lógica:

  • Intranasal (IN):
    Es el método más directo y no invasivo de acceso al cerebro. Los exosomas se absorben a través de la mucosa nasal y penetran en la vía olfativa, llegando a zonas como el sistema límbico y el córtex prefrontal. Los niños lo toleran bien, incluso aquellos con sensibilidad sensorial.
  • Intravenosa (IV):
    Útil para la modulación inmunitaria sistémica y la señalización de todo el cuerpo. La vía IV también permite una biodistribución más amplia.
  • Intratecal (IT):
    Se trata de una inyección espinal. Administra los exosomas directamente en el líquido cefalorraquídeo y siempre se realiza bajo sedación ligera.

Frecuencia y duración

No se trata de una terapia diaria. La mayoría de las veces administramos exosomas de las tres formas con un descanso de 1 semana entre ellas para obtener el mejor efecto positivo.

A menudo, las familias informan de cambios en cuestión de días. A veces en horas. A veces al cabo de unos meses.

Combinación con otras modalidades

En algunos casos, los exosomas se utilizan en combinación con la terapia con células madre mesenquimales (tratamiento híbrido). Las células proporcionan un «impulso» estructural, mientras que los exosomas ayudan a mantener la comunicación entre las células neuronales y las inmunitarias.

Porque el objetivo no es sólo el cambio neuronal. Es un cambio funcional: en la vida cotidiana, en la dinámica familiar, en la forma en que el niño experimenta el mundo.

En resumen, la terapia con exosomas no consiste sólo en administrarlos. Se trata del momento oportuno, la dosis, la escucha y la confianza. No es un protocolo. Es una relación entre la biología, el clínico y el niño.

Exosoma y terapia con células madre para el autismo Estambul Turquía

Casos prácticos y observaciones reales

En medicina, estamos entrenados para valorar los números. Valores de laboratorio, resultados de pruebas de imagen, puntuaciones de síntomas. Pero en la atención al autismo, algunos de los cambios más significativos no se encuentran en un gráfico. Aparecen en los lugares más silenciosos: entre las líneas de la voz de los padres.

Nunca olvidaré a una madre cuyo hijo de 6 años no hablaba en absoluto. Le habíamos administrado tres rondas de terapia con exosomas por vía intranasal, intravenosa e intratecal. Tres semanas después, nos llamó, no desesperada, sino aturdida.

«Me miró a los ojos», dijo. «Por primera vez en años. Y entonces dijo, ‘coche’. Eso es todo – sólo una palabra. Pero fue él. Sé que fue él».

Otro niño, de 8 años, solía gritar y golpearse la cabeza durante horas. Ni siquiera estábamos seguros de que tolerara la terapia. Pero lo hizo. Poco a poco, semana tras semana, los arrebatos se acortaron. Empezó a dormir toda la noche. Por primera vez, abrazó a su hermana pequeña sin pegarle momentos después. No fue un milagro. Pero una puerta se abrió.

Uno de los casos más sutiles fue el de un adolescente de 14 años, muy ansioso, que apenas soportaba el ruido. Después de tres ciclos de exosomas, dijo a su terapeuta: «El mundo parece más tranquilo». Esa frase se me quedó grabada. No habíamos cambiado el mundo. Pero puede que hayamos ayudado a su sistema nervioso a interpretarlo de otra manera.

No todos los niños responden. Es importante decirlo. Y no todas las respuestas son rápidas. Algunos cambios son tan pequeños que casi los pasas por alto, hasta que te das cuenta de que ocurren cada día, como una tenue melodía que se hace más fuerte.

A veces mejora la función intestinal. A veces empieza a surgir el lenguaje. A veces se trata de regulación emocional: menos sobresaltos, más curiosidad, menos crisis. Y a veces… simplemente hay una suavidad en la cara del niño que no habías visto antes.

Nada de esto sustituye a la terapia. No borra el autismo. Pero en los niños con neuroinflamación crónica, los exosomas pueden dar al cerebro un poco más de espacio para respirar, aprender y conectar.

Y cuando un padre dice: «Está más tranquilo. Está más aquí», prestas atención. Anótalo.

Porque eso no es placebo. Eso es biología haciendo algo silencioso, y real.

Riesgos, seguridad y perspectiva normativa

Permítanme empezar con la frase más importante de todo este artículo:

Ninguna terapia biológica debe administrarse nunca a un niño sin una indicación médica clara, una supervisión cualificada y una responsabilidad ética. Eso incluye a los exosomas.

Trabajamos con sistemas vivos, no con fármacos ni algoritmos. La propia fuerza de los exosomas -su comunicación sutil e inteligente con las células- también los hace poderosos en formas que no controlamos totalmente.

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¿Qué sabemos sobre la seguridad?

Hasta ahora, el perfil de seguridad de los exosomas -especialmente los derivados de las CMM de cordón umbilical- es alentador.

Tanto en estudios con animales como en ensayos con humanos:

  • No se observaron efectos adversos importantes
  • No se ha descrito ningún rechazo inmunitario (debido a su naturaleza acelular)
  • No hay pruebas de toxicidad, tumorigenicidad o daño orgánico a largo plazo

En entornos clínicos, lo que solemos ver son efectos leves y a corto plazo, como:

  • Fatiga
  • Irritabilidad temporal
  • Congestión nasal (tras administración intranasal)

Estos efectos suelen desaparecer en 24-48 horas sin intervención.

¿Cuáles son las verdaderas preocupaciones?

  • Normalización:
    No todos los exosomas son iguales. La pureza, la concentración de partículas, el origen y los métodos de preparación varían mucho. No se debe confiar en las clínicas que no puedan proporcionar datos completos de control de calidad, incluida la esterilidad, los niveles de endotoxinas y el perfil de tamaño.
  • Uso excesivo:
    Algunos padres, comprensiblemente desesperados por mejorar, pueden buscar muchas sesiones múltiples con demasiada rapidez. Pero más no siempre es mejor. El sistema inmunitario -especialmente en los niños- necesita espacio para integrarse.
  • Falsas promesas:
    Cualquier clínica que afirme que garantiza la recuperación del habla, la normalización total del comportamiento o la «cura permanente» no practica la medicina. Venden esperanza, no ciencia.

¿Y la normativa?

Actualmente, los exosomas se consideran productos biológicos, no medicamentos, en la mayoría de los países. Esto los sitúa en una zona gris desde el punto de vista normativo, donde las normas están evolucionando, pero aún no se han unificado.

Sólo colaboramos con laboratorios con certificación GMP, exigimos documentación completa sobre la selección de donantes, las pruebas víricas y la coherencia de los lotes, y trabajamos con una licencia médica que incluye el consentimiento informado, la revisión ética y protocolos de protección infantil.

En palabras sencillas:

No se trata de una batalla campal experimental. La terapia con exosomas puede ser nueva, pero exige disciplina de la vieja escuela: criterio médico, transparencia y respeto por la biología del niño.

Cuando se hace bien, es una herramienta prometedora. Cuando se hace imprudentemente, es irresponsable.

Y esa es una línea que nunca cruzamos.

Quién puede beneficiarse más y cuándo

No todos los niños autistas necesitan terapia con exosomas. Puede sonar raro viniendo de alguien que la ofrece, pero es la verdad. No es un tratamiento universal. Es una herramienta específica, que se utiliza mejor cuando la biología y los síntomas del niño coinciden con el mecanismo de acción.

Entonces, ¿quiénes son los niños que solemos ver responder?

1. Niños con signos de neuroinflamación

Estos suelen ser los niños que presentan autismo:

  • Crisis frecuentes, episodios de ira o autolesiones.
  • Alteraciones inexplicables del sueño
  • Pérdida y recuperación cíclica de habilidades (regresión y reaparición)
  • Cambios repentinos en la tolerancia sensorial

2. Niños de 3 a 11 años

Este es el punto óptimo que vemos con más frecuencia en la práctica clínica.

¿Por qué? Porque el cerebro es todavía muy plástico (mayor plasticidad neuronal entre estas edades). Esto significa que las neuronas tienen la máxima capacidad de establecer conexiones con otras neuronas del cerebro antes de los 11 años. Las vías se están formando. Los centros del habla siguen abiertos. El sistema inmunitario está activo, pero es flexible. Si se reduce la inflamación del niño o se estabiliza la señalización neural durante esta ventana, la curva de desarrollo puede cambiar de dirección, no siempre de forma drástica, pero sí mensurable.

Dicho esto, hemos observado mejoras significativas en niños mayores e incluso adolescentes, especialmente en la regulación emocional y la concentración. Pero cuanto más joven es el cerebro, más margen tenemos para favorecer su crecimiento natural.

3. Niños con disfunción inmunitaria, problemas intestinales o infecciones crónicas.

El autismo no existe en el vacío. Muchos niños del espectro también tienen problemas:

  • Intolerancias alimentarias graves
  • Intestino permeable o estreñimiento crónico
  • Disregulación de la histamina
  • Tendencias autoinmunes (por ejemplo, eczema, alergias, PANS/PANDAS)

Estos niños suelen tener un eje intestino-cerebro-inmunitario desregulado. Y como los exosomas pueden circular sistémicamente y modular las respuestas inmunitarias, pueden crear las condiciones para una neurología más tranquila abordando primero la inflamación sistémica.

Terapia con exosomas para el autismo en Estambul (Turquía)

¿Cuál es el mejor momento para empezar?

¿Sinceramente? Cuando el niño esté preparado y la familia sea lo bastante estable para soportar los cambios. Puede sonar vago, pero la preparación es importante. Si el niño está en crisis -no duerme, no come, es agresivo-, puede que primero haya que estabilizarlo. Pero si el niño está estancado, y usted siente que hay algo encerrado en su interior, a menudo es cuando los exosomas marcan la mayor diferencia.

En resumen: los exosomas no funcionan porque un niño tenga «autismo».
Funcionan porque un niño tiene un desequilibrio biológico tratable debajo del autismo.

Ese es el matiz. Esa es la clave.

Perspectivas: Un puente entre la inteligencia celular y la atención neurológica

De vez en cuando, en medicina encontramos algo que no encaja en las categorías existentes. Algo que no es un fármaco ni un dispositivo y que, sin embargo, modifica silenciosamente nuestra concepción de la curación. Los exosomas son una de esas cosas.

No anulan el cerebro. No lo empujan en una dirección u otra. Transmiten señales -pequeñas sugerencias biológicas- que ofrecen al cuerpo la oportunidad de autocorregirse. Y a veces, eso es todo lo que necesita el sistema nervioso. Un empujoncito. Un susurro. Un cambio de tono.

El autismo no es un error que haya que arreglar. Es un sistema operativo diferente. Pero cuando ese sistema está obstruido por el ruido -cuando interfieren la inflamación, la confusión inmunitaria o la señalización tóxica-, la comunicación se dificulta. Eso no es culpa del niño. Y tampoco es su identidad. Es la biología en apuros. Y la biología, cuando se la apoya con cuidado, puede recuperar una claridad sorprendente.

Esa es la promesa de la terapia con exosomas. No es un milagro. Ni un atajo. Sino un nuevo lenguaje de intervención, que habla de moléculas y no de fuerza.

Por supuesto, debemos proceder despacio. Con datos. Con ética. Con seguimiento a largo plazo y total transparencia. Ningún niño debe convertirse nunca en sujeto de pruebas de la ambición de otro.

Pero cuando la ciencia y la historia se alinean -cuando los síntomas del niño reflejan un patrón biológico que entendemos- y cuando la respuesta confirma lo que hemos esperado en silencio… entonces ya no es teoría. Es cuidado. Cuidado real, suave y regulado.

Aún nos queda mucho por aprender. Pero lo que puedo decir con plena confianza es lo siguiente:

El futuro de la atención al autismo no es sólo conductual. Es biológico y relacional. Se trata de reconocer que el sistema nervioso no está roto, sino que responde, si hablamos su idioma.

Y en ese futuro, creo que los exosomas tendrán una voz silenciosa pero poderosa.

Saludos cordiales,
Erdinc CIVELEK, MD, PhD (C)
Profesor de Neurocirugía
Doctorando en Inmunología y Células Madre
Presidente de la Sociedad Turca de Células Madre y Terapias Celulares

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